MENSAJES
Sentada en una silla en el salón de reuniones, se vio
perdida en algunos pensamientos íntimos. Las voces sólo ocurrían sin
que pudiera prestarle demasiada atención, solo asentía cada tanto y
simulaba estar atenta. Sentía que sus gestos inconscientes la delataban,
mordía un bolígrafo sin intención pero de forma sutilmente lasciva o
presionaba metódicamente el labio. Aunque no muchos podrían notar esos
pequeños gestos ni el tono rojizo de sus lóbulos, ella se percibía
descubierta, observada, cuando cayó en la cuenta de que la excitación se
estaba apoderando de ella, trató de distraer el pensamiento, re
direccionar su atención.
Por un momento casi lo logró, la charla
aburrida, monótona de una mujer entrada en abstinencias le bajó un poco
la temperatura. Creyó poder salir de esa situación incómoda, bastaría
con prestar real atención al soliloquio de la amargada; pero bastó la
vibración del celular para que sospechara que no sería así
—Hola linda, ¿soy yo, o hace mucho calor?
Miró el mensaje y no resistió reproducirlo en su mente con el tono
particular que él imponía a esas cosas. Dudó unos segundos si contestar,
bajó el teléfono ocultando su intención pero pudo más que ella
—Bien, no puedo ahora —contestó apresurada y nerviosa.
La mujer seguía hablando sin parar de forma casi insoportable y el
teléfono no tardó en vibrar nuevamente aunque esta vez apoyado en su
entrepierna le produjo un leve cosquilleo.
— ¿Por qué no nos escapamos un rato al baño?
Se sonrojó e intentó contestar definitivamente, esa situación la
incomodaba y la excitaba al mismo tiempo, los nervios sutiles le jugaron
una mala pasada, de forma que una foto desenfocada de sus piernas
apretadas por un jean azul se envió casi sin querer, al menos no de
forma consciente.
Se mordió el labio esta vez consciente de que aquello traería algunas consecuencias incómodas.
El teléfono vibró casi de inmediato, con una imagen de parte de una
mano hundida en la pretina de un pantalón de vestir, un pequeño espacio
de piel invitaba a imaginar cómo continuaba aquel cuerpo; lo que no se
veía empezaba a tomar otra dimensión y la voz de él empezó a hacerse más
sonora.
Se apresuró a borrar la imagen y contestar que se trataba
de un accidente de tipeo, el solo se rio y contestó que él también la
envío por error, cuando sonó nuevamente el teléfono ella se incomodó aún
más la excitación empezaba a recorrerla desde adentro y pensó que
quizás no sería del todo una mala idea salir un momento. La mujer seguía
hablando sin parar absorta en su propio discurso y cada tanto la miraba
sin esperar respuesta pero sí exigiendo atención.
El teléfono
siguió haciendo su movimiento inquieto sobre su pierna, ahora sí sintió
que de forma premedita él la tocaba con ese acto a distancia. No pudo
evitar recordar otras situaciones íntimas, otros momentos en que se
dejaba llevar completamente. Sintió necesidad imponderable de salir un
momento, de tomar aire y sobre todo de ver más tranquila aquellos
mensajes que recibió y que no se atrevió a leer o ver.
De camino por el corredor los leyó
— ¡Te espero en el patio, no demores!
Y sin tener plena conciencia de sus actos hacia allí se dirigía, sentía
que temblaba al caminar que esa decisión azarosa resultaba una sumisión
no elegida pero aun así cumplida.
En el patio no había nadie, solo
ella, su respiración agitada y una brisa cálida que le despeinaba el
cabello y le recordaba a él. El teléfono esta vez se marcó de forma
automática
—Hola, veo que estás muy obediente en el día de hoy —dijo en tono grave, no molesto pero sí hipnótico.
—No… no es eso, solo fue una...—no terminó la frase, cuando él la interrumpió.
—Las casualidades no existen, estoy en el salón vacío del fondo, no demores.
No la dejó ni contestar y ella intentó en vano resistir el impulso de ir por él.
El salón estaba semi oscuro y no lo vio al entrar, solo sintió su brazo
apretando la cintura y su masculinidad apretándose contra ella, la
respiración tibia en el cuello y la resignación de ser tomada a
cualquier precio, aun el de ser descubiertos. Sus manos estaban tibias y
resolvían entre la blusa buscando más de ella, más de lo que pretendía
dar. Se quedó inmóvil sintiendo como la recorría y la arrinconaba aún
más contra uno de las paredes.
Todo sucedía en silencio sin que
hablaran, ni siquiera volteó a verlo sabía que era él pero la excitaba
la duda. La forma casi violenta con que le bajaba los jeans y la curvaba
levemente hacia adelante. Era él, sus manos olían a él, lo reconocía en
el golpe contra sus muslos mientras todo en ese hombre era él y estaba
en ella. Los gemidos no los podían acallar y la respiración parecía
ocupar todo el salón, la excitación era tal que solo en el primer empuje
ella dejó su primer suspiro pero el tiempo agitado daba para algo más,
apoyando las manos contra la pared resistió con más firmeza y el labio
casi se lastima de tanto que intentaba contener los gemidos. Sintió las
tibias gotas recorriendo sus piernas al tiempo que soltaba su último
impulso de gritar.
Cuando volteó, quizás en busca de un beso o un reproche él ya no estaba si es que realmente en algún momento fue él.
Sebastian Sastre