La voz interna

jueves, 29 de diciembre de 2016

Cachorros

CACHORROS

De aquella madre nacieron tres crías.
La más pequeña se arrastraba y lloriqueaba con lo que le quedaba de fuerza y sangre, al tiempo que se refugiaba contra las costillas de su madre que estaban más afuera que adentro de la perrita muerta de hambre. Puro pellejo y unas mamas que colgaban como flecos, sucios y lastimados.

El otro cachorro jugando a ser perro lo mordió en algún lugar que no debía con el colmillo filoso y atravesó la arteria que no dejaba de sangrar por más cerca de la madre que estuviera... no siempre la cercanía alivia las heridas.
El culpable del desastre no paraba de lamerle el pelo y de esa manera estuvo consolando a su moribundo hermano hasta que dejó de respirar.
La lengua afuera, los ojos secos y gelatinoso, la sangre dura en el lomo lamido; nadie pudo hacer nada, ya nunca dejaría de ser cachorro.
Yo recordé a mi hermana, el tiempo en que fuimos cachorros y jugábamos a ser grandes. Como sonseando nos fue ganando el personaje y hoy solo nos quedan los recuerdos de cachorro y las ganas de mordisquearnos debajo de la mesa.
Recordé porque ella siempre me lo recuerda y es imposible mirarla a la cara sin recordar. Que le tiré jugando una piedra que le dejó en la frente una marca de por vida, una pequeña cicatriz que lleva a cuestas desde entonces como una nota de recordatorio tatuada. Nadie recuerda porqué fue, ni siquiera importa; lo que sí recordamos es que corrimos con suerte y que hoy puedo seguir pidiéndole perdón aunque casi nunca lo hago.

El cachorro echado bajo la pata huesuda de la madre lloriquea desconsolado. Debe de ser irreparable no tener a quien pedir perdón.

Código de registro: 1611099787162


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